Ya que no había nadie más él mismo sirve el desayuno de ambos, pensaba que siendo el de inferior rango ahí, o más bien el novato, debía de ocuparse de aquellas cosas entre tanto no había nadie más allí, aunque el ambiente estaba tan jodidamente tenso que podría cortarse con un cuchillo. ¿Pero qué se le iba a hacer? Incluso tal vez eran cosas suyas esa tensión, por lo de ayer, y por como amaneció esa mañana, seguramente Rivaille no daba importancia a nada de eso y ahí estaba él pensando en todas aquellas tonterías, confuso y tenso. Suspiró y se obligó a no ser tan tonto, no quería darle tantas vueltas a eso, quería comportarse normal. Aunque se sobresaltó ligeramente cuando éste habló con aquellas órdenes, asintiendo con la cabeza. -Sí, señor- dijo obediente, como siempre se mostraba, sobre todo cuando era el sargento el que le hablaba, aunque realmente es que estaba a su cargo. Finalmente acabaron de desayunar, y cuando fue a fregar lo ensuciado se reunió con éste, acompañándole a las mazmorras y advirtiendo lo grande que era aquello realmente.
Se repartieron el lugar entre los dos y empezó a limpiar. Aquello estaba muy, pero que muy sucio, habían hasta insectos y animalillos escondidos, ¿cuanto tiempo haría que nadie se pasaba por aquel lugar? Las condiciones eran lamentables, y menos mal que tenía los guantes y mascarilla, así era mucho más higiénico y cómodo. De vez en cuando echaba un vistazo a Rivaille, y en algunas de esas ocasiones sus miradas se cruzaban, apartando de inmediato la vista con sus mejillas rojas, aunque con esa mascarilla tampoco era algo que se pudiera percibir. El caso era, ¿por qué se ruborizaba solamente porque éste le mirara? ¿Por el beso de ayer simplemente? Desde luego, cuanto menos se quería pensar algo más se conseguía exactamente lo contrario, estúpida mente humana, debía preocuparse por otras cosas, como que planes tendrían para él allí, como irían al sótano de su casa, y muchas cosas más, no pensar en un maldito roce de labios accidental.
En cierto momento, distraído con la limpieza y sus pensamientos, no se dio cuenta de que una serpiente se precipitaba a atacarle hasta que vio a su lado a Rivaille, apartándola de él y matándola, aunque precipitadamente otras dos mordieron a éste, ayudándole a eliminar tantas otras, mirando a su superior algo asustado cuando le pidió que le llevara a la cama, obedeciendo de inmediato y pasándole un brazo alrededor de sus caderas, haciendo que éste pasara un brazo por sus hombros y de ese modo llevándole rápidamente a su habitación, ayudándole a sentarse en la cama. -Lo siento mucho, señor- dijo sintiéndose culpable, revisando la herida de su pierna. -Voy a traer el botiquín, espere- no esperó respuesta y salió corriendo, yendo hasta donde tenían guardado aquello, volviendo enseguida. -¿Cómo se siente, sargento?- preguntó arrodillándose en el suelo frente a éste, cogiendo un desinfectante y vendas, no tenía ni idea de si aquellas serpientes eran muy peligrosas o no, estaba muy preocupado, curándole al menos la herida de la pierna. -¿Sabe que tipo de serpiente era?- preguntó levanto la vista y viéndole con los ojos llenos de preocupación, al menos el sargento parecía tranquilo, eso le tranquilizaba un poco a él.
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