Se encontraba limpiando aquella amplia estantería con mucho esmero, le echaba aquel producto de limpieza que tenía un olor tan fuerte y seguidamente pasaba el trapo por encima, la verdad es que no recordaba haberse puesto a limpiar de forma tan exhaustiva antes, siquiera en su casa o en su propia habitación, pero no quería hacer un mal trabajo, el sargento podía enfadarse, y ya había comprobado que con ese hombre había que andar con pies de plomo. Aunque era algo que se le perdonaba, solo había que ver como le trataban los demás, sin duda era alguien muy admirado por todos, y él también lo admiraba, era alguien fuerte y firme, recordaba siendo niño las veces que le había visto partir fuera de la ciudad para alguna misión de su escuadrón, éste y los suyos eran unos héroes para él, héroes a los que siempre había deseado seguir, era lo mejor que se podía hacer, estar en la ciudad sin hacer nada era resignarse, y él no era de esos.
Puso mala cara mientras limpiaba, se levantó un poco de polvo y le daban ganas de estornudar, además de el olor de esa cosa no le gustaba, ¿qué le echaban al agua para causar ese olor? Estaba ocupado en sus menesteres y tan metido en sus pensamientos que no se dio cuenta de aquella presencia que entraba a la sala y se quedaba de pie mirándolo con aquella habitual frialdad en su mirada.
Estaba limpiando con tan mala pata que la escalera en la que estaba subido no era demasiado estable, y en un momento la estructura cedió y le hizo perder el equilibrio, cayendo al suelo mientras emitía un grito, quejándose un poco en el suelo mientras se sobaba los codos, eso era mala para, maldijo a la misma escalera, molesto, y entonces oyó aquella voz, esa que ya conocía tan bien, una que siempre sonaba con ese tono tan impasible y serio, también decir que le ponía nervioso. Se puso en pie de un salto y se giró a ver a su superior, haciendo un gesto de respeto. -¡S-señor!- tragó saliva avergonzado, preguntándose cuanto llevaba ahí. Pensó en la pregunta que recién le hizo este y se apresuró en contestar. -Sargento, estoy aun ocupándome de esta habitación, pero solamente me quedan las estanterías y de volver a barrar por el polvo que haya caído- dijo de inmediato, sonando nervioso, ese hombre le intimidaba muchísimo, era la forma de hablar y mirar, era como una presencia demasiado "intensa", y además con el respeto que tenía le ponía más nervioso, aunque creía saber disimularlo bien. Ahora se quedó en silencio y parado firme donde estaba, el sargento Levi ahora inspeccionaría la habitación para decirle si le parecía correcto como estaba limpiándolo o no.
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