miércoles, 21 de agosto de 2013

Disfruta de aquel extraño beso, del juego de sus lenguas fuera de sus bocas, y era un jugueteo agradable y placentero, le gustaba el tacto de aquella lengua, y sobre todo le encantaba ese modo que tenía de moverla junto a la suya, tan demandante parecía como era de por sí aquel hombre, el roce resultaba tan firme, dándole ligeros cosquilleos recorrer su columna. De verdad que le gustaba, le gustaba lo suficiente como para dejarse de llevar de aquella forma, de ceder por completo a ese hombre, de desear obedecerle aun pensando en lo incorrecto que resultaba todo aquello por tantos motivos. Aunque sí éste siendo su superior lo quería tampoco podía estar tan mal, ¿no? Estaba confuso, pero admitía al fin que deseaba al sargento Rivaille, que se sentía totalmente atraído hacia éste, que le encantaba lo que le estaba haciendo, y sus acciones delataban aquello por completo, nadie iba a llegar hasta ese punto sin deseo, a fin de cuentas. 

Le oye murmurar que le gustaba lo que le hacía, y ese comentario le hace sentirse bien y satisfecho consigo mismo, masajeándole ahora con más intensidad, pensando que de aquella manera podría gustarle más, por lo que estuvo atento a su reacción, éste entonces le besa y corresponde al beso de una forma un tanto ansiosa sin poder evitarlo, le encantaba el contacto de su lengua y sus labios, pero éste se despega de sus labios. Aunque lo que hace le hace gemir de un modo más largo y excitado al notarle en su cuello, presentándose como una intensa zona erógena  para éste, tragando saliva y posando su mano libre en el cabello de éste. -S-sargento...- susurró entre gemidos, agitado y hablando entrecortadamente.

Los besos de éste acaban por descender desde su cuello hasta su pecho, notándole besar, morder y luego morder sus pezones, arqueándose entre gemidos de infinito placer. Aquello estaba consiguiendo enloquecerle. Sus mejillas se presentaban calientes, su piel sudorosa, sus labios entreabiertos, jadeante y emitiendo gemidos imposibles de ocultar, era la primera vez que sentía tantas sensaciones juntas, por lo que le abrumaba y le hacía sentirse abordado, incluso de desear no gemir de esa forma le seria imposible. Le mira a la cara cuando sus miembros se rozan primero por los movimientos de caderas de éste y después al ser masturbados juntos por la experta mano de éste, tragando saliva. -S-señor, esto... esto está mal...- dijo finalmente, y aunque sus labios habían dicho aquellos sus caderas comenzaron a moverse de una forma rítmica, como si se movieran al ritmo de una melodía que solo él pudiera oír, posando las manos ahora sobre sus pecho, al haber tenido que soltar el miembro de éste cuando éste empezó a doble masturbación, ayudándose de ese modo a mover sus caderas con más intensidad. -N-no deberíamos...- cerró sus ojos y arqueó las espalda entre gemidos incesante. 

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