lunes, 19 de agosto de 2013

Eren no lo imaginaba, pero me agradaba, y bastante, más de lo normal. Tanto que la sola idea de estar desperdiciando el tiempo cuando no hay absolutamente nadie más me pareció tan absurda como insípida. Claro que me gusta la limpieza, pero ahora prefiero su compañía antes que nada más. Tanto así es como me agrada Eren.
- No estoy convaleciente, solo imposibilitado, solo de momento, tal y como has dicho antes. - Dije algo divertido con su sencilléz. Me parecía un chico muy noble y valiente, y esas cosas son las que más admiro en alguien.
- No me importa lo que sea que hagamos o si solo hablamos.   Lo que quiero es que te quedes Eren. Le miré fijamente.
- Detesto estar solo. - Agregué debido a lo extraño que eso debió sonar.
- Siéntate. - Pareció que le hubniese dado una órden, sin embargo luego añadí:
- Por favor. - Entonces mi mirada se suavizó muchsísimo.
- Tengo unas barajas en uno de los bolsillos de mi pantalón delantero. ¿Podrías buscarlas por mí? Me siento con suerte en el juego en este día. Mientras jugamos podemos platicar y conocernos mejor. - Repentinamente sentía estos deseos de volverme mucho más cercano a Eren.

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