miércoles, 28 de agosto de 2013

Casi pensaba que podría quedarse así sin decir nada, debido a lo vergonzoso del asunto, aunque la verdad es que no creía poder conciliar en sueño con todos aquellos nervios abordándole. Pero Levi no parecía querer dejar las cosas tal cual y se le acercó, haciendo que abriera los ojos para verle, curioso, cuando le notó moverse sobre la cama, siendo destapado por éste hasta los hombros, mirándole con sus mejillas rojas y permitiendo que le abrazara. Todo era confuso, ese hombre seguía con esa actitud de tira y afloja, y esperaba que después de cosas como aquella no volviera a actuar como si no hubiera pasado nada entre ellos, o ignorándole cuando le dijera algo sincero y que saliera de su corazón. Aunque luego de la fuerte discusión de antes esperaba que no fuera así, y por su lado tampoco iba a tomarse las cosas demasiado a la tremenda, tendría en cuenta la personalidad del mayor y el saber como podía llegar a comportarse en aquellos asuntos. En todo caso cuando éste pasó los brazos a su alrededor correspondió torpemente al abrazo, mirándolo, tampoco se estaba nada mal de aquella manera.

No se esperó la pregunto, y le miró confuso, sin entender, ¿cuantas veces tenía que decírselo? Tal vez no confiaba en sus palabras, o lo preguntara porque habían tenido una discusión muy fuerte antes, seguramente fuera por eso. El caso es que decir esas palabras le hacía sentir verguenza, aunque no era algo que no pensara o sintiera, no es que fuera mentir decirlas, al contrario. Tragó saliva y no dejó de mirarle, aun con sus mejillas rojas y sus nervios, entreabriendo sus labios para hablarle, pero éste antes que nada unió sus labios de forma suave, haciéndole suspirar mientras le miraba como hipnotizado ante aquella mirada tan penetrante. -Soy suyo, sargento Rivaille, para siempre...- susurró en voz baja. Decir para siempre era comprometido, ¿quien aseguraba el futuro? Tal vez éste no quisiera que eso fuera así más adelante, aunque deseaba tanto que fuera de ese modo, y de hecho por su parte estaba tan seguro de que siempre se sentiría así que le acabó diciendo aquellas palabras. Alzó una mano y acarició suavemente y con lentitud el cabello de éste, como quien acariciaba un bello y fascinante animal, pero a la vez muy fiero, con admiración y algo de temor.

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